Ermita de Huéneja acuarela de Jesús Gonzalez
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Ermita de Nuestra Señora de La Presentación de Huéneja
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El saber no ocupa lugar:
GUADIX DURANTE LA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: CONTRIBUCIÓN PARA SU ESTUDIO. APORTACIONES DE
HUÉNEJA Y OTRAS LOCALIDADES DE LA DIÓCESIS (1808-1814).
Miguel Ángel RIVAS
HERNÁNDEZ*
Fecha de terminación
del trabajo: septiembre de 2008.
Fecha de aceptación por
la revista: abril de 2009.
RESUMEN
Las urgencias de la
guerra contra el invasor francés, así como las necesidades de la Junta Suprema
Central y Gubernativa del Reino, obligaron a adoptar medidas extremas.
Entre éstas sobresale
la instrucción dictada en abril de 1809 y dirigida a las diócesis españolas solicitando
la entrega de aquellas alhajas de plata y oro no imprescindibles para el culto.
En cumplimiento de esta orden, las iglesias del Obispado de Guadix
contribuyeron así a la causa nacional, cuyos inventarios han permitido
reconstruir el carácter de sus ajuares.
Palabras clave: Guerra de la
Independencia; Patrimonio eclesiástico; Vasos sagrados; Platería.
Identificadores: Cabello, fray Marcos.
Topónimos: Marquesado del Cenete;
Ermita de Nuestra Señora de la Presentación (Huéneja); Granada (Provincia);
España.
Período: Siglo 19.
* Profesor de Educación
Secundaria y Bachillerato (I.E.S. «Valle de Lecrín» de Dúrcal, Granada). Correo
electrónico: Miguelangel_rivashernandez@yahoo.es
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298 MIGUEL ÁNGEL RIVAS
HERNÁNDEZ
Bol. Cen. Pedro Suárez,
22, 2009, 297-306 ISSN
1887-1747
En el archivo diocesano
de Guadix se conserva en un legajo titulado Documentos
singulares, un cuadernillo cosido
a mano de 23 folios más otros dos sueltos y otro de ¼ (cuartilla), todos ellos
en buen estado. Trata sobre la plata aportada a la causa patriótica por algunas
de las iglesias de la diócesis de Guadix y tiene la fecha de 1809.
Se alude en su
contenido a una Instrucción, enviada desde el Real Alcázar de Sevilla con fecha
de 8 de abril de 1809 y firmada por Francisco de Saavedra. Va dirigida al
Obispo de Guadix, por entonces fray Marcos Cabello López (1804-1819) y es una
más de las enviadas al resto de las diócesis españolas. En ella se le comunica
una Real Orden encomendándole al Prelado una resolución soberana, en nombre del
Rey preso en Bayona, para que todas las iglesias y comunidades religiosas
concurran a los gastos urgentes del Estado con las alhajas y plata que no sean
absolutamente necesarias para el culto. Se pretende con esta medida “evitar
i disminuir el saqueo de estas [iglesias] y las atrocidades sacrílegas que se
cometen con este motivo por las tropas francesas”1.
Está claro que, detrás
de este argumento de carácter piadoso, está la necesidad perentoria de acudir
con el producto de su venta al sostenimiento de la propia Junta Suprema Central
y Gubernativa del Reino y de su política de resistencia al invasor. De ello y
de la trascendencia de esta medida se hará eco la propia Junta Suprema al
reconocer que se trata de una medida excepcional y contraria a sus principios,
“y solo muy rara vez ha llegado a emplear el valor de aquellas [alhajas] que
sus Prelados o Cabildos han entregado voluntariamente, en grandes necesidades públicas,
por no servir ya para el culto”.
De ahí que, aparte de
sugerir la mayor brevedad posible en su recogida, resuelve que a todas las iglesias
que colaboren en esta medida se les entregue el correspondiente resguardo con
el valor intrínseco de las alhajas que pongan a disposición del Gobierno con la
seguridad de su posterior satisfacción. Máxime cuando la medida se toma a
propuesta de los propios prelados y cabildos como se da a entender en la
justificación que prologa dichas instrucciones. Con la finalidad de que se
proceda dentro de la mayor celeridad y eficacia se prescribe sobre todo el
orden con que deberá procederse en este asunto, tal y como se manifiesta en
ellas. Así:
"1º. Los MM.RR.
Arzobispos y RR. Obispos del Reino […] cuidarán de remitir esta instrucción y
la circular con que se les dirige, a todas las iglesias y a los Prelados y
Preladas de las Comunidades religiosas de sus respectivas diócesis para que se
enteren todos de los graves y urgentes motivos que han obligado a esta
Providencia, y para que puedan cumplirla con el conocimiento que corresponde.
2º. Luego que los
Párrocos, Ecónomos o encargados de las iglesias y los Prelados o Preladas de
las Comunidades religiosas reciban estos documentos formaran una lista o
inventario por duplicado de las alhajas de oro y plata que no sean
absolutamente necesarios para la manutención del culto, y la remitirán con la
mayor brevedad posible, y con uno de los inventarios a su respectivo Diocesano
quien dispondrá de las remesas a esta capital luego que haya recogido una
cantidad proporcionada para ejecutarlas, cuidando que se hagan con la debida distinción
quedando en su Secretaria con copia de dichos inventarios y remitiendo por el
correo otra copia de ellos al Tesorero general que es a quien deben dirigirse
las conductas o remesas.
3º. Lo mismo podrán
ejecutar los cabildos de las Santas Iglesias de España con las alhajas de la
misma especie de ellas.
4º. El Tesorero General
dispondrá un libro en que con expresión de Diócesis y con la misma distinción,
se asienten las remesas que se vayan haciendo de estas alhajas, e
inmediatamente las hará pasar a la Real casa de moneda, donde ensayadas que
sean bajo el mismo orden y determinado su valor dará el Tesorero de la misma
casa los créditos respectivos a favor del [Tesorero] general.
5º. Este Ministro luego
que haya recogido estos créditos hará expedir a favor de cada una de las Iglesias
el libramiento o vale de caja que la corresponda, y lo remitirá sin detención a
los respectivos Diocesanos o cabildos, para el debido resguardo de
cada una de la Iglesias.
6º. Luego que cesen las
actuales criticas circunstancias, y que no puedan temerse los desórdenes, y
robos sacrílegos de los franceses en los Templos, se aplicara el producto de
una de las rentas del Estado a fin de satisfacer progresivamente, y según lo
permitan sus demás obligaciones estos créditos que se declaran deuda nacional.
7º. Para que se proceda
en el pago de esta deuda sin el más recto motivo de queja de preferencia alguna
se establece desde ahora y para cuando llegue el caso de ejecutarlo, que no
pueda verificarse sino por el orden bajo que se ha recibido su importe, y que
se satisfagan al mismo tiempo todas las cantidades que hayan recibido en un
mismo día en la Tesorería General.
Es esta una copia de 8
de abril de la original, que S.M. había aprobado cuatro días antes.”
Conocido pues el orden
y procedimiento a seguir, se procede, en efecto, a confeccionar las listas o
inventarios de las respectivas iglesias y comunidades religiosas con la
inclusión en ellas de las hermandades, patronatos, etcétera, de esta diócesis de
Guadix. Constarán en ellas las alhajas de plata y oro que no siendo
absolutamente necesarias para el culto se remiten al tesorero general del Reino, que serán
aplicables a las urgencias del Estado según orden de la Suprema Junta Central
del mencionado día 8 de abril.
Anejo a estas instrucciones
van, pues, las relaciones de dichos pueblos, entre ellas las de Huéneja,
tal y como se expresan originalmente a continuación:
Huéneja.
Se da cuenta y relación
de las alhajas propias de la parroquial de esta villa, por el cura de ella en
estos momentos, don Pedro Sánchez Mariscal, quien la remitirá, en cumplimiento
de dicha orden de la Junta Suprema Central, a la Secretaría de Cámara del Ilmo.
Sr. Obispo de la ciudad de Guadix, a las que añadirá las del santuario de la
ermita o ermita de Nuestra Señora de la Presentación:
A. De la Iglesia:
Una
lámpara de plata que pesa 3 libras y 13 onzas.
Un
par de vinajeras, pesaron 1 libra y 9 onzas.
Una
cruz de plata, 1 libra.
Un
cáliz, patena y cuchara, 1 libra y cuatro onzas.
Total, de la Parroquia:
6 libras y 10 onzas.
B. Del Santuario de la
Ermita:
Una
lámpara de plata, pesa 4 libras y 13 onzas.
Total, de plata que se
envía: 11 libras y 7 onzas.
Se firma el
correspondiente resguardo en Huéneja el 6 de mayo de 1809, recibiéndose en el
Obispado al día siguiente.
En otros pueblos los
resultados serán los que siguen:
Alcudia (sin especificar peso).
cáliz
de plata con patena y cuchara.
dos
vinajeras de plata y un copón completo.
Albuñán.
un
cáliz con su patena de plata, con peso de 17 onzas y media.
dos
vinajeras y plato, con peso de 14 onzas y media
Ferreira.
A. De la Fábrica:
un
cáliz y patena de plata, con peso de 1 libra y cuatro onzas.
una
lámpara de plata, con peso de 3 libras y 7 onzas.
una
porción de ofrendas de hoja de lata, con peso de 1 libras y 4 onzas.
una
porción de ofrendas con piedras embutidas, con peso de 13 onzas.
B. Hermandad del
Santísimo Sacramento:
cruz
de estandarte de la Hermandad del Santísimo, con peso de 14 onzas.
C. Hermandad de Ánimas:
de un cetro con siete cañones, Crucifijo y Ánimas de la Hermandad de las Ánimas
del Purgatorio, con peso de 1 libra y 13 onzas.
Graena (sin especificar peso).
un
cáliz con patena y unas vinajeras de plata.
Darro.
No hay oro ni plata.
La Calahorra.
A. De la Fábrica
parroquial:
una
lámpara, un cáliz, un cetro de Nuestra Señora del Rosario, media luna de
Nuestra Señora del Rosario, cetro de la Virgen del Carmen y una custodia de San
Ramón, todo ello de plata, con peso de 15 libras y 4 onzas.
B. De la Hermandad del
Santísimo Sacramento:
una
cruz de plata, con peso de 4 libras.
C. De la Hermandad de
Ánimas:
una
cruz de plata, con peso de 1 libra y 2 onzas.
D. De la ermita de San
Gregorio:
un
cáliz de plata, patena y cucharita, con peso de 1 libra, 14 onzas y media.
E. De la capilla de los
Alvarados:
una
cruz y seis candeleros de plata, con peso de 9 libras y 5 onzas.
Total de La Calahorra:
31 libras y 9 onzas y media.
Dólar.
A. De la Hermandad del
Rosario:
cinco
cañones, cuatro campanillas y una cruz de estandarte, todo de plata, con peso
de 3 libras y 8 onzas.
B. De la Hermandad del
Santísimo Sacramento:
seis
cañones y un cáliz pequeño, de plata, con peso de 1 libra y 1 onza.
C. De la Fábrica:
dos
lámparas –grande y pequeña–, dos cálices con sus patenas, dos vinajeras con
plato, campanilla y cruz parroquial, con peso de 10 libras.
Total de Dólar: 14
libras y 9 onzas.
Galera.
A. De la Fábrica:
– un copón de plata
dorada, con peso de 30 onzas.
– unas vinajeras y
platillo de plata, con peso de 12 onzas.
– unas potencias de
plata, con peso de 10 onzas.
– una fuentecita de
plata con insignia del Rosario, con peso de 6 onzas.
B. De la ermita de San
Antonio:
un
cáliz y patena de plata, dorada por dentro, con peso de 18 onzas.
C. De la Hermandad del
Santísimo Sacramento:
un
cetro de plata, con peso de 2 libras y 11 onzas.
Total de Galera: 129
onzas.
Exfiliana (no consta peso).
unas
vinajeras y una salvilla.
Como podemos observar,
de los diez lugares reseñados, sólo constan cantidades específicas respecto al
peso en libras y onzas en seis de ellas, siendo La Calahorra la que realiza
mayores aportaciones en 1809, seguida de Dólar y en tercer lugar de Huéneja. En
relación con los objetos entregados, destacan por su cuantía los vasos sagrados
como once cálices –completos o no– y dos copones.
Le siguen en
importancia las vinajeras, hasta siete pares, y seis lámparas de plata de
distinto tamaño. Se constata también, por último, el papel importante de las
donaciones voluntarias realizadas por las hermandades más significativas radicadas
en cada lugar, sobre todo de La Calahorra y Dólar, así como de sus ermitas. Es
decir, se pone de manifiesto el interés de la diócesis de Guadix a través de
las parroquias aquí representadas y demás instituciones religiosas de
contribuir –junto con los ayuntamientos–, a la causa nacional dentro de sus limitadas
posibilidades.
Con posterioridad a
esta fecha se constatan dos nuevas aportaciones de Huéneja, pero esta vez dirigidas
a su Ayuntamiento. Tienen lugar en 1813 y en 1814, y provienen ambas del caudal
perteneciente a la ermita de Nuestra Señora de la Presentación, que obligará a
paralizar unas obras de cierta envergadura que se estaban acometiendo tanto en
su iglesia como en la vivienda del ermitaño y el corral anexo.
Era su artífice
Francisco de Biedma, natural del pueblo y sus resultados hasta entonces no
debieron ser muy satisfactorios, pues en la visita del obispo fray Marcos
Cabello López, en 1807, mandará traer nuevos arquitectos “de inteligencia” y
finalizar lo emprendido. Todo esto viene a significar un paréntesis de siete años
en esta intervención en la ermita, hasta 1815, en que se reanudan las obras paralizadas
a causa de la guerra; pero ahora preferentemente dentro del templo, sobre todo
de su retablo, afectado por el abandono, el solado del piso del altar mayor, la
recomposición de las vidrieras y otras actuaciones de menor índole. Sólo
conocemos la cuantía del segundo préstamo al Concejo, que ascendió a 4.650
reales y su destino, muy probablemente, la Tesorería de la Junta Suprema de
Sevilla a través de su representación granadina2.
Respecto a otros
sucesos relacionados con el conflicto armado en esta localidad sabemos solamente, de
acuerdo con los datos hallados hasta ahora, la muerte por soldados franceses
del paisano de Huéneja José Manuel Villegas, ocurrida tres años antes, es
decir, en 18103.
Otro suceso que, de
constatarse documentalmente, sería de especial interés por su dramatismo, es el
que, al parecer, pudo tener lugar en la Venta de Espinar donde, según
testimonios transmitidos de padres a hijos, tuvo lugar un encuentro entre
paisanos armados y franceses. Estos últimos, cuando se dirigían desde Almería
hacia el interior, debieron vencer una fuerte resistencia en dicha Venta,
entonces como hoy ubicada en el Camino Real de Guadix a Fiñana y Almería, y
ruta estratégica de primer orden para los convoyes franceses que frecuentaban
esta vía de entrada y salida desde el Marquesado hacia la costa y viceversa.
Dicha actitud habría obligado al enemigo galo a tomar dependencia por
dependencia horadando las paredes medianeras. ¿Sería en esta acción –de haberse
producido– donde pudo haber fallecido el paisano de Huéneja antes mencionado,
puesto que no se menciona en su partida de registro el lugar del deceso?
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GUADIX DURANTE LA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA... 305
ISSN 1887-1747 Bol.
Cen. Pedro Suárez, 22, 2009, 297-306
NOTAS
1. Archivo Histórico
Diocesano de Guadix. Documentos singulares. Sobre plata de las iglesias
(1809). Se incluyen aquí, los textos e instrucciones reseñadas
literalmente.
2. Cfr. RIVAS
HERNANDEZ, Miguel Ángel. Huéneja. Ermita y culto de Nuestra Señora de la
Presentación. Huéneja: Ayuntamiento, 2000.
3. Archivo Parroquial
de Huéneja, leg. 43. Libro de Defunciones (1804-1822), f. 141v.
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Mira el arte de Goya:
19 de marzo San José, felicidades, clicleando en la imagen de El Sueño de San José de Francisco de Goya o en el enlace pasaréis un rato disfrutando de su obra:
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Otra lectura
Foto de 2015
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Felicidades.
El milagro del pozo. Alonso Cano (1638-1640)
Mira:
Vean ahí lo que nos refirió el
viejo marqués de Arville, a los postres de la comida con que
inaugurábamos aquel año la época venatoria en la
residencia del barón de Ravels.
Habíamos perseguido a un
ciervo todo el día. El marqués era el único invitado que no tomó
parte alguna en aquella batida, porque no cazaba jamás.
Durante la fastuosa comida
casi no se habló más que de matanzas de animales. Hasta
las señoras oían con interés las narraciones sangrientas y con
frecuencia inverosímiles; los oradores acompañaban con el
gesto la relación de los ataques y luchas de hombres y bestias;
levantaban los brazos, ahuecaban la voz.
Agradaba oír al señor de
Arville, cuya poética fraseología resultaba un poco ampulosa,
pero de buen efecto. Es indudable que habría referido muchas
veces, en otras ocasiones, la misma historia, porque ninguna frase
lo hizo dudar, teniéndolas todas ya estudiadas, muy seguro de
producir la imagen que le convenía.
—Señores: yo no he cazado
nunca; mi padre, tampoco; ni mi abuelo ni mi bisabuelo. Este
último era hijo de un hombre que había cazado él solo más que
todos ustedes juntos. Murió en
mil setecientos sesenta y
cuatro, y voy a decir de qué manera.
"Se llamaba Juan, estaba
casado y era padre de una criatura, que fue mi bisabuelo; habitaba
con su hermano menor, Francisco de Arville, nuestro
castillo de Lorena, entre bosques.
"Francisco de Arville
había quedado soltero; su amor a la caza no le permitía otros amores.
"Cazaban los dos todo el
año sin tregua, sin descanso y sin rendirse a las fatigas. Era su
mayor goce; no sabían divertirse de otro modo; no hablaban de otro
asunto: sólo vivían para cazar.
"Dominábalos aquella
pasión terrible, inexorable, abrasándolos, poseyéndolos, no
dejando espacio en su corazón para nada más.
"Habían prohibido que por
ninguna causa les interrumpieran en sus cacerías. Mi bisabuelo
nació mientras perseguía su padre a un zorro y, sin abandonar su
pista, Juan de Arville murmuró:
"—¡Recristo! Bien pudo
esperar ese pícaro para nacer a que yo termine.
"Su hermano Francisco se
apasionaba aún más en su afición. Lo primero que hacía en cuanto
se levantaba era ver a los perros y los caballos; luego,
entreteníase disparando a los pájaros en torno del castillo
hasta la hora de salir a caza mayor.
"En la comarca
llamábanles el Señor marqués y el Señor menor;entonces los aristócratas no
establecían en los títulos —como ahora la nobleza improvisada
quiere hacerlo- una jerarquía descendiente; porque no es
conde un hijo de marqués ni barón un hijo dvizconde, como no
es coronel de nacimiento el hijo de un general. Pero la vanidad
mezquina de los actuales tiempos lo dispone así.
"Vuelvo a mis
ascendientes.
"Parece ser que fueron
agigantados, velludos, violentos y vigorosos; el joven aún más
que su hermano mayor, y tenía una voz tan recia, que, según una
opinión popular que le complacía, sus gritos agitaban toda la
verdura del bosque.
"Y, al salir de caza,
debieron de ofrecer un espectáculo admirable aquellos dos
gigantes, galopando en dos caballos de mucha talla y brío.
"El invierno de mil
setecientos sesenta y cuatro fue muy crudo y los lobos rabiaron de
hambre. Atacaban a los campesinorezagados, rondaban de noche
alrededor de las viviendas, aullaban desde la puesta de
sol hasta el amanecer y asaltaban los establos.
"Circuló un rumor
terrible. Hablábase de un lobo colosal, de pelo gris, casi blanco; había
devorado a dos niños y el brazo de una mujer; había matado a
todos los mastines de la comarca y saltando las tapias, oliscaba
sin temor alguno bajo las puertas.
Ningún hombre dejó de sentirle
resoplar; su resoplido hacía estremecer la llama de las luces. Invadió la provincia un pánico terrible. Nadie salía de casa
de noche ni al anochecer. La oscuridad parecía poblada en
todas partes por la sombra de aquella bestia...
"Los hermanos de Arville,
resueltos a perseguir y matar al monstruo, dispusieron grandes
cacerías, invitando a los nobles de la región.
"Todo fue inútil; ni en
los bosques ni entre las malezas lo hallaron jamás. Mataban muchos
lobos, pero aquél no aparecía.Y cada noche, al terminar la
batida, como para vengarse, la
bestia feroz causaba estragos
mayores, atacando a un caminante o devorando alguna res; pero
siempre a distancia del sitio donde lo buscaron aquel día.
"Entró una de aquellas
noches en la pocilga del castillo de Arville y devoró los dos
mejores cerdos.
"Juan y Francisco
reventaban de cólera, suponiendo aquel ataque una provocación del
monstruo, una injuria directa, un reto. Con sus más resistentes
sabuesos, acostumbrados a
perseguir temibles bestias,
aprestáronse a la caza, rebosando sus corazones odio y furor.
"Desde el amanecer hasta
que descendía el sol arrebolado entre los troncos de los
árboles desnudos, batieron inútilmente los matorrales.
"Regresaban furiosos y
descorazonados, llevando al paso lascabalgaduras por un camino
abierto entre maleza, sorprendiéndose de que burlase
un lobo toda su precaución y poseídos ya de una especie de
recelo misterioso.
"Juan decía:
"—Esa bestia no es como
las demás. Parece que piensa y calcula como un hombre.
"Y contestaba Francisco:
"—Acaso conviniera que
nuestro primo el obispo bendijese una bala, o que lo hiciese
algún sacerdote de la región, rogándole nosotros que
pronunciase las palabras oportunas.
"Callaron y, después de
un silencio, advirtió Juan:
"—Mira el sol, qué rojo.
La fiera no dejará de causar algún daño esta noche.
—Apenas había terminado la
frase, cuando su caballo se encabritó; el de Francisco
giraba. Un matorral, cubierto de hojas marchitas, crujió, abriendo
paso a una bestia enorme y gris que, saliendo rápidamente de su
escondrijo, se internó al punto en el bosque.
"Los dos de Arville
articularon una especie de rugido que demostraba su fiera
satisfacción y encogiéndose, inclinados hacia adelante, pegándose al
cuello de sus briosos caballos,
impulsándolos con todo su
cuerpo, los lanzaron a la carrera, excitándolos, arrastrándolos,
enloqueciéndolos de tal modo con las voces, con sus
movimientos, con la espuela, que los
hercúleos caballeros, como si
un ímpetu gigantesco los condujera volando, parecían
arrastrar entre las piernas a sus caballos, que iban a escape,
tocando en el suelo con el vientre, haciendo crujir los matorrales
y salvando las torrenteras, encaramándose por escarpadas
pendientes y descendiendo por angostas gargantas. Los
caballeros hacían resonar las trompetas con toda la fuerza de sus
pulmones, llamando a sus criados y a sus perros.
"De pronto, en aquella
furiosa y precipitada persecución, tropezó mi abuelo con la
cabeza en una rama que le abrió el cráneo y cayó sin sentido,
mientras el caballo continuaba su carrera loca, desapareciendo
en la densa oscuridad que iba envolviendo el bosque.
"Francisco de Arville
paró en seco y se apeó, cogiendo en brazos a su hermano; vio que
por la herida, entre la sangre, asomaba también el cerebro.
Entonces, apoyándolo sobre sus
rodillas, contempló el rostro ensangrentado, las facciones
rígidas, inertes, del marqués. Poco a poco un miedo lo invadió, un
miedo extraño que no había sentido nunca. Temía la
oscuridad, la soledad, el silencio del bosque; hasta llegó a temer
que apareciera el fantástico lobo, que se vengaba de aquella
persecución tenaz de los Arville
haciendo morir al mayor de los
hermanos.
"Espesaban las tinieblas;
el frío, agudo, hacía crujir los árboles. Francisco se incorporó,
tembloroso, incapaz de permanecer allí más tiempo, sintiéndose casi
desfallecer. No se oía nada; ni ladridos de perros ni voces de
tropa; todo estaba mudo en el invisible horizonte, y aquel
silencio taciturno de una helada noche tenía bastante de
horroroso y extraño.
"Alzó entre sus manos de
coloso el cuerpo gigantesco de Juan, atravesándolo sobre la silla
para llevarlo al castillo, montó y se puso en marcha, despacio,
sintiendo una turbación semejante a la embriaguez, perseguido por
espectros indefinibles y espantosos.
"De pronto, una forma
vaga cruzó el sendero que la nocturna oscuridad invadía. Era la
bestia. Una sacudida brusca, un verdadero espanto agitó al
cazador; algo frío, como una gota de agua, se deslizó sobre sus
riñones; y, como un ermitaño que ahuyenta a los demonios, el
caballero hizo la señal de la cruz, desconcertado ante aquella
temible aparición del espantoso vagabundo. Pero sus ojos
refrescaron su memoria, presentándole a su hermano
muerto; y, de pronto, pasando en un instante del miedo al odio,
rugió furiosamente y espoleando al caballo se lanzó tras el
lobo. "
"Lo siguió entre los
matorrales, por las torrenteras y a través de bosques desconocidos.
Galopaba con la vista penetrante, clavada en la sombra que huía;
tropezaban en los troncos y en
las rocas la cabeza y los pies
del muerto atravesado en la silla. Le arrancaban el cabello las
zarzas y salpicaba con sangre los árboles, golpeándolos con la
frente; las espuelas rechinaban y hacían saltar chispas de los
pedruscos.
"De pronto, la bestia y
su perseguidor salieron del bosque y se lanzaron a un valle cuando
aparecía la luna en lo alto del monte; un valle pedregoso,
cerrado por enormes rocas. No hallando fácil salida por
aquella parte, la bestia retrocedió.
"Francisco no pudo
contener un alarido estruendoso de alegría, que los ecos
repitieron como repiten el rodar de un trueno, y saltó a tierra
empuñando el cuchillo de monte.
"La bestia, con los pelos
erizados y arqueado el cuerpo, lo aguardaba. Pero antes de
comenzar el combate, cogiendo el cazador el cuerpo de su
hermano lo apoyó entre unas rocas, y sosteniéndole con piedras la
cabeza, que parecía una masa de sangre cuajada, le dijo a
voces, como si hablara con un sordo:
"—¡Mira, Juan! ¡Mira eso!
"Y se arrojó sobre la
bestia. Sentíase bastante poderoso para levantar en vilo una montaña,
para triturar pedernales entre sus dedos. La bestia quiso hacer
presa en él, procurando arrimar su hocico al vientre del cazador;
pero éste la tenía sujeta por el cuello y la estrangulaba
tranquilamente con la mano, sin acordarse del cuchillo,
gozándose al sentir los ahogos de su garganta y las palpitaciones
de su corazón. Reía, reía más, cuanto más apretaba; reía
gritando: '¡Mira, Juan! ¡Mira eso!' Ya no hallaba resistencia: el
cuerpo del monstruo cedía con blandura. Estaba muerto.
"Entonces Francisco lo
alzó, y acercándose a su hermano con aquella carga inerte dejó caer
un cadáver a los pies de otro cadáver, diciendo, conmovido y
cariñoso:
"—Toma, Juan; tómalo; ahí
lo tienes.
"Después colocó en la
silla los dos cuerpos y se puso enmarcha.
"Entró en el castillo
riendo y llorando, como Gargantúa cuando el nacimiento de
Pantagruel. Pregonaba la muerte de la bestia con exclamaciones de
triunfador y gritos de gozo; refería
la muerte de su hermano,
gimiendo y arrancándose las barbas.
"Y, pasado el tiempo,
cuando hablaba de aquella noche fatal, decía con lágrimas en los
ojos:
"—¡Si al menos hubiese
podido ver el pobre Juan cómo estrangulé al otro, es posible
que muriera satisfecho! ¡Estoy seguro!
"La viuda educó a su hijo
haciéndolo odiar la caza y ese odio se ha transmitido hasta mí de
generación en generación."
El marqués de Arville había
terminado.
Alguien preguntó:
—Esa historia es una leyenda,
¿verdad?
Y el marqués respondió:
—Aseguro que todo es cierto,
que todo ha ocurrido.
Y una señora dijo con dulzura:
—De cualquier modo, agrada oír
contar que alguien se apasiona fieramente.
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25 de abril, San Marcos en Huéneja.
Foto de 2015
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1 de Mayo, San José Obrero en La Huertezuela.
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2 de mayo, festividad de Nuestra Señora de Araceli patrona de Lucena y del campo andaluz.
15 de Mayo, San Isidro en Venta Ratonera.
Mira:
yomequedoencasa/15marzo2020
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