Un relato de antaño.
Cuentan los mayores que a un medroso sastrecillo de la comarca que iba a coser se le hizo de noche en el camino. Próximo ya al pueblo a donde se dirigía, hubo de enganchársele la capa en una de las numerosas zarzas que bordeaban el camino con lo que el hombre, presa de horrible pánico, quedó sujeto toda la noche pues ni se decidía a abandonar la capa, ni tenía tampoco valor para volver la cara y disputar la prenda al nocturno asaltante.
Cuentan los mayores que a un medroso sastrecillo de la comarca que iba a coser se le hizo de noche en el camino. Próximo ya al pueblo a donde se dirigía, hubo de enganchársele la capa en una de las numerosas zarzas que bordeaban el camino con lo que el hombre, presa de horrible pánico, quedó sujeto toda la noche pues ni se decidía a abandonar la capa, ni tenía tampoco valor para volver la cara y disputar la prenda al nocturno asaltante.
-Señor no me haga daño, suélteme que yo prometo no denunciarle, ¡Por
favor! ¡Por lo que más quiera! ¡Que la capa no vale nada!…..Señor déjeme usted
que soy un pobre sastre…
Pero nada, la
zarza no hacía caso de lamentaciones ni de aleluyas.
Al amanecer, el tímido sastrecillo volvió un poco la cabeza, y refieren que al advertir que el ladrón no existía cogio tal acceso de furia que de haberlo sufrido unas horas antes se hubiera evitado estar toda la noche preso en una zarza.
Y arrancando con violencia su capa de los pinchos y púas que la sujetaban, continuó su camino murmurando:
– Si en vez de zarza hubiera sido un hombre… ¡en este momento lo rajo con las tijeras de arriba a abajo!
Al amanecer, el tímido sastrecillo volvió un poco la cabeza, y refieren que al advertir que el ladrón no existía cogio tal acceso de furia que de haberlo sufrido unas horas antes se hubiera evitado estar toda la noche preso en una zarza.
Y arrancando con violencia su capa de los pinchos y púas que la sujetaban, continuó su camino murmurando:
– Si en vez de zarza hubiera sido un hombre… ¡en este momento lo rajo con las tijeras de arriba a abajo!
¿El lo
contó?...
El sastre (Giovanni Battista Morini, 1570)
¡Con lo que puede un sastre!
1797-1799. Aguafuerte, Punta seca, Escoplo, Aguatinta bruñida sobre papel verjurado, ahuesado, 306 x 201 mm. En esta estampa Goya cubre el tronco de un árbol con vestiduras clericales, que simboliza a un predicador en una de sus posturas más comunes, con los brazos abiertos de par en par. Tiene la cabeza cubierta con una capucha y ante él se arrodillan una mujer mesmerizada y un público, en general, sin mente. La poderosa imaginación de Goya ha poblado el aire de demonios. Este Capricho es en uno de los que el artista ha expresado más hondamente su incredulidad religiosa, y esta vez sin tratar de atenuarla o disimularla con su habitual habilidad.
Lo que puede un sastre (Goya, 1797-1799)
elsatrecagao/septiembre/18
No hay comentarios:
Publicar un comentario