os traigo, adivinanzas "picantes" de mi gente,
con soluciones artisticas de siempre
mira de meterle el diente
(No bromas)
mira de meterle el diente
(No bromas)
Alza niña el cobertor
y prepara el agujero
que traigo tiesa la cosa.
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Maridito mio
un hombre ha venido
me la ha metido
sangre me ha hecho
pídele a Dios
que me haga provecho.
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Gorda la tengo
mas la quisiera
que entre las piernas
no me cogiera.
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Señoras y señoritas,
casadas y solteritas,
se las meten estiradas
y las sacan arrugadas.
casadas y solteritas,
se las meten estiradas
y las sacan arrugadas.
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Sácalo marido que lo quiero ver
¡ Ay ! que está muy feo
vuelvelo a meter
- La lavativa, Eugenio Lucas Velázquez
- Antes de la inyección, Norman Rockwell
- La yegua, Rudolf Koller
- Mujer poniendose las medias, Henri de Toulouse
- Paño con cesta y pan, Frutos Garcia
Las lavativas
Samaniego
Cierta joven soltera, / de quien un oficial era el amante,/
pensaba a cada instante / cómo con su galán dormir pudiera / porque una
vieja tía / gozar de sus amores la impedía. /
Discurrió al fin meter la penitente / en su casa, y, fingiendo
que la daba / un cólico bilioso de prente, / hizo a la vieja, que cegata
estaba, que un colchón separase / y en diferente cama se acostase. /
Ella en la suya, en tanto, / tuvo con su oficial lindo recreo, /
dándole al dengue tanto / que a media voz, en dulce regodeo,/ suspiraba y
decía: / -¡Ay...! ¡Ay...!¡Cuanto me aprieta esta agonía! /
La vieja cuidadosa, / que no estaba durmiendo, / los suspiros oyendo, / a su sobrina dijo cariñosa: /
- Si tienes convulsiones aflictivas. / niña, yo te echaré unas lavativas./
-No, tía -ella responde-, que me asustan. /
- Pues si son un remedio soberano. /
-¿Y qué, si no me gustan? /
-Con todo, te he de echar dos por mi mano /
Dijo, y en um momento levantada, / fue a cargar y a traer la arma
vedada. / La mozuela, que estaba embebecida / cuando llegó este apuro, /
gozando una fortísima embestida, / pensó un medio seguro / para que la
función no se dejase / ni a su galán la tía allí encontrase; / montó en
él ensartada, / tapándole su cuerpo y puesta en popa, / mientras la tía,
de jeringa armada, / llegó a la cama, levantó la ropa / por un ladito
y, como mejor pudo, / enfiló el ojo del rollizo escudo. /
En tanto que empujaba / el caldo con cuidado, / la sobrina gozosa
respingaba / sobre el cañon de su galán armado, / y la vieja, notando
el movimiento, / le dijo:
- ¿Ves como te dan contento / las lavativas, y que no te asustan? / ¡Apuesto a que te gustan! /
A lo cual la sobrina respondió: / -¡Ay! por un lado sí, por otro no.
Caidaspicantes/dic/2015
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