loberosygalgos@gmail.com
Ayer
disfrutamos de una relajante tarde de paseo rodeados de naturaleza
recolectando níscalos entre pinares. Una aventura sana y económica y una
forma divertida de perder peso de forma entretenida con las subidas y
bajadas en terreno montañoso.
Recolectar setas tiene su encanto,
un olor a humedad, pinos y setas te embriaga constantemente y conforme
avanzas por el terreno, puedes ver cómo brotan los níscalos de la tierra
abrazando las hojas de pino.
Unos se dejan ver en la distancia, otros no tanto y tienes que buscar en la hojarasca. A veces encontrar un ejemplar es todo un reto y un momento de euforia sobre todo para los más pequeños de la casa.
Unos se dejan ver en la distancia, otros no tanto y tienes que buscar en la hojarasca. A veces encontrar un ejemplar es todo un reto y un momento de euforia sobre todo para los más pequeños de la casa.
Pero sabéis reconocer las setas? Hay un dicho que dice que solo hay dos
tipos: los níscalos y las otras. Por su fácil identificación, yo solo
conozco las setas naranjas o níscalos, así que cuidado con las otras!!!
Y entre subidas y bajadas no viene mal un café del termo y un tentempié al pie de un arroyo.
Después de unos años flojillos parece que este otoño se avecina una gran temporada de setas, así que a tener paciencia y mucho ojo, coge tu cesta y un cuchillo, calla, observa, disfruta, sé prudente y a por setas que ya van asomando con fuerza!!!
Y nosotros con nuestra cesta llena de robellones, revollones o como los queráis llamar, hoy hemos preparado un arroz y con los que han sobrado, los hemos preparado para la cena fritos con unos ajillos. A la brasa o a la plancha ya tocará otro día.
Ayer no hizo mucho frío, hoy sin embargo se ha notado una bajada brusca de las temperaturas y esta tarde han llegado las primeras nieves de otoño....
Y entre subidas y bajadas no viene mal un café del termo y un tentempié al pie de un arroyo.
Después de unos años flojillos parece que este otoño se avecina una gran temporada de setas, así que a tener paciencia y mucho ojo, coge tu cesta y un cuchillo, calla, observa, disfruta, sé prudente y a por setas que ya van asomando con fuerza!!!
Y nosotros con nuestra cesta llena de robellones, revollones o como los queráis llamar, hoy hemos preparado un arroz y con los que han sobrado, los hemos preparado para la cena fritos con unos ajillos. A la brasa o a la plancha ya tocará otro día.
Ayer no hizo mucho frío, hoy sin embargo se ha notado una bajada brusca de las temperaturas y esta tarde han llegado las primeras nieves de otoño....
************
Hoy en la
maleta de mis recuerdos: moras silvestres, ese pequeño fruto que nos
recuerda el fin del verano, toda una explosión de sabor dulce con
matices ácidos que las hace especiales.
Cuando de
niños íbamos a coger moras al río, nos encontrábamos con brazales,
setos, matorrales y moras, muchas moras. Había moras heroicas y
moras testarudas que se resistían a dejarse atrapar, pero como
nosotros también eramos testarudos, siempre buscando las más
grandes y las más negras, cuántas veces quedábamos atrapados en el
zarzal, no pocos rasguños nos llevábamos en piernas, manos y
brazos, parecía que habíamos estado en una pelea de gatos!!! Pero
el riesgo de más de un pinchazo merecía la pena.
Eramos más
felices que los pajarillos en primavera, con los botes tan llenos de
moras como nuestras panzas. Qué poquitas llegaban a la casa esa
tarde, porque las moras que habíamos guardado poco a poco iban
desapareciendo por el camino. Pero las que quedaban qué buenas y qué
fresquitas, una vez lavadas y recién sacadas del frigorífico para
comértelas.
No estaría
mal que como despedida del verano, le diésemos a los peques el
derecho a la nostalgia llevándolos a comer moras estas preciosas
tardes de septiembre que ya huelen a otoño. Ahora es el momento
perfecto y una forma muy especial de endulzar los agradables paseos
de estos días cogiendo moras de los espinosos setos que tientan al
borde de los caminos.
Qué bonito
recordar la magia de aquellos viejos septiembres, que sin tener nada,
lo felices que eramos...
Para mí
las moras no son solo moras, son los recuerdos de mi niñez.
************
Un pequeño homenaje a un producto de temporada...
Ahora que estamos en época de cerezas, me viene a la cabeza una imagen de mi abuela por su santo cuando nos ofrecía cerezas de licor que acompañaba con un plato de galletas y roscos.
Y una imagen entrañable de mi infancia... llegar al cerezo y colocarme las cerezas de pendientes.
Ahora que estamos en época de cerezas, me viene a la cabeza una imagen de mi abuela por su santo cuando nos ofrecía cerezas de licor que acompañaba con un plato de galletas y roscos.
Y una imagen entrañable de mi infancia... llegar al cerezo y colocarme las cerezas de pendientes.
Recuerdo un año, que paseando por la estación con unas cuantas más nos
llamó la atención un cerezo que tenía una pinta... y allá que fuimos,
madre mía...un manjar de Dioses, y el dueño escondio en el seto del
bancal jajaja.
Cuántos recuerdos que me hacen sonreír aunque sean insignificantes...
Me sé de más de una que le gustan tanto que cuando va a hacer algún postre compra el doble de las que necesita porque corre el riesgo de quedarse sin postre.
Y cuántas veces habréis trepado al cerezo y las habéis comido in situ hasta reventar, eso sí las mejores cerezas siempre estaban en la punta de las ramas y más de uno habrá aterrizado en el suelo...
Qué buenas las cerezas, fáciles de comer, que no hay que pelar y si son gruesas, de sabor dulce, de intenso color rojo y crujientes, esas sí que están buenas, más si son regaladas!!!
Una fruta muy rica no sólo en su estado fresco sino también en tartas, licores, cremas , helados, mousses, mermeladas, batidos...
Venga!!! que si tenéis la suerte de que en vuestra familia no gustan especialmente ( que lo dudo...) pues aprovechad, que la temporada es muy corta y se acaban...
Buen fin de semana!!!
Cuántos recuerdos que me hacen sonreír aunque sean insignificantes...
Me sé de más de una que le gustan tanto que cuando va a hacer algún postre compra el doble de las que necesita porque corre el riesgo de quedarse sin postre.
Y cuántas veces habréis trepado al cerezo y las habéis comido in situ hasta reventar, eso sí las mejores cerezas siempre estaban en la punta de las ramas y más de uno habrá aterrizado en el suelo...
Qué buenas las cerezas, fáciles de comer, que no hay que pelar y si son gruesas, de sabor dulce, de intenso color rojo y crujientes, esas sí que están buenas, más si son regaladas!!!
Una fruta muy rica no sólo en su estado fresco sino también en tartas, licores, cremas , helados, mousses, mermeladas, batidos...
Venga!!! que si tenéis la suerte de que en vuestra familia no gustan especialmente ( que lo dudo...) pues aprovechad, que la temporada es muy corta y se acaban...
Buen fin de semana!!!
LEYENDASLa población se asienta en el Sened, en su zona más meridional, y ha sido habitada de la época del Algar
JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ | HUÉNEJA
19 febrero
2015
La población
de Huéneja se asienta en el Sened, en su zona más meridional, precisamente
donde se bifurcan las cuencas hidrográficas del Mediterráneo por Almería y en
el Atlántico por la senda del Fardes-Guadalquivir. Hay indicios de
asentamientos humanos desde la época del Algar, como lo demuestran los
hallazgos de numerosos objetos y sepulturas en un paraje próximo a esta
localidad. Su topónimo es de época árabe, alusivo a la rotura del terreno y
consiguiente paso de aguas. En la época islámica se caracterizó como fortaleza,
construyéndose un castillo llamado de Reniha o Guenichea, del que solo queda el
nombre del barrio, situado, junto con el del Albaicín, en la zona más abrupta
de la villa.
En compañía
de su alcalde, Manuel Rodríguez, pude disfrutar de un pueblo donde las leyendas
se funden con el agua que fluye de la sierra y que atrapa su río Izfalada, que
parte en dos la zona urbana. Puntos de interés de Huéneja son la ermita de la
Presentación, en la que destaca la capilla de San José, con pinturas al fresco
y techumbre mudéjar, los baños árabes -los más grandes de la comarca- y la
plaza de San Francisco Serrano de Frías, donde está emplazada la escultura del
siglo XX del Patrón de Huéneja, canonizado por el Papa Juan Pablo II. Ya en el
extrarradio nos encontramos con la balsa de San Marcos, construida en 1691, con
un doble reloj de sol que controla las horas de riego. Por otra parte, la Ruta
de los Molinos ofrece un magnifico paseo que conduce al visitante al Centro de
Interpretación del Agua, ubicado en el Molino Bajo. Muy cerca se encuentra una
zona recreativa de castaños centenarios tan grandes y retorcidos que parecen un
ejército de ogros. En la iglesia de la Anunciación destaca la nave central
cubierta por una techumbre de madera mudéjar y un presbiterio con coro que no
deja a nadie indiferente.
Durante la
visita a Huéneja lo que más me intrigó fue una fuente con dos caras de lobo por
cuyas bocas fluye el agua fresca del antiguo pilar, al pie de la iglesia. Al
preguntar al alcalde sobre esta fuente me narró la siguiente leyenda.
Tradicionalmente
los habitantes de Huéneja eran conocidos en el Marquesado como "los
loberos", apodo que tenía su origen en una antiquísima profesión explotada
en tiempos pasados y que se basaba en el miedo ancestral del hombre hacia el
mítico lobo. Aquel final de octubre, Sierra Nevada se había vuelto a vestir de blanco,
algo prematuro pues las nieves no solían llegar hasta mediados de noviembre, si
bien es cierto que las cabañuelas del Tío Paco, que predijo que ese año iba a
ser muy frío, no se habían equivocado.
Al pueblo de
Huéneja había llegado un nuevo rico, Martín, oriundo de las tierras del norte.
Él sabía que en tiempos de frío y nieve los lobos eran más peligrosos debido al
hambre y a su dificultad de obtener alimentos, atacando a los rebaños con más
asiduidad.
Cuando el
verano anterior Gimeno "el Lobero", de Huéneja, se acercó con su hijo
para pedir una gratificación por haber capturado de la madriguera cuatro
cachorros de lobo, no debían haberlo despachado sin "blanca"
aduciendo que tenía muy bien montado el negocio para sacarle los cuartos a los
pastores tontos de aquellas tierras. Gimeno se defendió mostrando los cuatro
lobeznos, que no tendrían más de tres meses, y jurando que eran de la camada de
ese año.
-A menos
lobos que alimentar, menos ataques al rebaño, dijo.
Martín no
dio su brazo a torcer y azuzó a sus dos perros para que Gimeno y su hijo se fueran
de su corral con los lobeznos.
-Ya
lamentarás tu avaricia, le replicó Gimeno mientras acariciaba a su hijo, que
parecía tener un antifaz en los ojos a consecuencia de unas manchas en la piel.
Martín se
quedó solo con sus dos perros al frente de un gran rebaño de ovejas cerca de la
Balsa y poco después apareció un lobo famélico buscando un trozo de carne que
llevarse a la boca. Martín se puso en guardia buscando al resto de la manada,
utilizó la onda y con un golpe certero dio en los cuartos traseros del animal,
que huyó del lugar cojeando de una pata. Se acordó entonces del lobero,
mientras pensaba para sus adentros:
-Ese no sabe
cómo tratamos los del norte a los malditos lobos.
Al día
siguiente era la festividad de Todos los Santos y la mujer de Martín le pidió
que le acompañara al cementerio temprano para rezar a los difuntos de la
familia. Como era hombre poco interesado en religiones y no solía visitar
iglesias y mucho menos cementerios, evitó complacer a su esposa con la excusa
de tener que llevar la piara de ovejas a que pastaran cerca de la Balsa.
Ya a media
tarde el cielo se cubrió de nubes negras, con la amenaza de caer una buena
manta de agua. Martín llamó a los perros para que le ayudaran a reunir las
ovejas y se extrañó de su ausencia, percibiendo poco después el lamento de uno
de ellos, que provenía de interior del bosque. "Seguro que ha caído en
alguna trampa para esos malditos lobos", pensó.
Al acercarse
al lugar observó a otro de sus perros ladrando a la copa de uno de los castaños
centenarios que se desparramaban por aquellos lares. Extrañado, visualizó a su
fiel perro pastor en la copa de un árbol convertido en piltrafa de carne y el
cogote se le erizó. ¿Qué había pasado? De repente, una fugaz visión se produjo
a sus espaldas. Era Gimeno, cojeando de una pierna.
-¿Qué haces
tú por aquí? Pregunto Martín con cara de pocos amigos.
-¿El bosque
también es tuyo? Respondió Gimeno con ironía mientras se acercaba a él. Martín
volvió su mirada hacia el grueso castaño.
-¿Has visto
donde está? lo que queda de mi perro? ¿Cómo habrán llegado hasta ahí sus
despojos?
-¡Lo he
puesto yo! Respondió Gimeno, que en esos momentos estaba detrás de Martín, a
quien con un zarpazo certero desgarró parte de la espalda. ¡Y será allí donde
también coloque los tuyos cuando mi manada acabe contigo!
Martín no
podía creer lo que estaba pasando. Con los ojos muy abiertos y lleno de dolor
miró al lobero, que se estaba transformando, mientras del interior del castaño
aparecían cuatro jóvenes lobos mostrando largos dientes, entre ellos uno con
antifaz.
-Si no
hubieses sido tan avaro...
-Pero tú,
tú... ¿Cómo es posible?
-Soy el
séptimo hijo de otro séptimo hijo y eso por tradición, nos convierte en seres
especiales. ¿Por qué crees que a mi familia les llaman "Los Loberos"?
Durante décadas hemos evitado atacar a los humanos, pedíamos dinero a los
pastores, que siempre han sido agradecidos con nosotros, para protegerlos hasta
que llegaste. Tu codicia y ambición te han conducido a esta situación.
Aquel
invierno Gimeno y su familia no pasaron hambre y la profesión de lobero
desapareció de Huéneja al mismo tiempo que los lobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario