“EL RELOJ DE MI PUEBLO”
En verano de 1956. Ya mi pueblo era uno de los más adelantados de la zona. Transporte a la estación (Manuel Coletoro y la tartana de Manuel Díaz), comercios importantes, como los "bárbaros del norte y del sur, hermanos Ortuño" y muchísimos comercios más. Pero había un comercio que era el consuelo del pueblo, pues su dueño tenía remedio para todo. Era la relojería de Gabriel Ocaña Megias.
Todos los días desfilaba los regantes del turno para que Gabriel les pusiera el reloj a punto, pues al reloj del pueblo no se le veía apenas la hora.
Era un sábado y estaba yo preparando la película en el cine municipal, cuando llegó Manolo Peral (el alcalde) y me pregunto que cuando me iba a Cuatro Vientos. Le dije que ya tenía aprobado el ingreso y me incorporaba en septiembre. Entonces me pregunta ¿quieres ganarte 300 pesetas que te vendrá bien para cuando estés en Madrid? A mí se me pusieron los ojos como puños y le solté un “SI”, sin pensarlo dos veces. Me dice, consiste en pintar la ESFERA del reloj de la plaza. Yo pensando en los 60 duros (1200 reales, que no era moco de pavo), le confirmé el SI.
Se lo dije
a Paco el Pontoquillo y como conocía mi pánico a las alturas, me dijo
que no me dejaba solo. Nadie daba por seguro que yo lo hiciera, pero,
ahí la tenéis, pintada como un palmito. Lo bueno fue a la hora de
cobrar. Mi sorpresa fue cuando me llama el alcalde a su despacho y me
dijo que habían acordado darme 500 pesetas. Cuando yo me vi con mis 500
peseta (100 duros, o 2000 reales), no me besaba porque no llegaba. Ahora
pensareis como me las apañé para no hacérmelo del miedo. Se dice que un
necesitado estudia más que cien abogados. Nada de pintar por fuera, eso
ni soñarlo. Dentro de la torre, el Pontoquillo y yo. Teniendo en cuenta
de que en el centro hay un pozo donde bajan las pesas hasta la altura
de la plaza. Le quitamos los tornillos que sujeta la esfera a la pared.
Desplazamos dicha esfera sobre el eje de las agujas, sujetándola con
cuerdas y palos, conseguimos echarla hacia atrás cerca de medio metro.
Teniendo en cuenta que tiene un diámetro casi de metro y medio y un
grosor de más de dos centímetros, creo recordar que es como de mármol
blanco, pero traslucido pues con una bombilla detrás, se ven de noche
los números. El resto ya podéis imaginarlo. Ignacio con una soga a la
cintura, Paco el Pontoquillo sujetándola y con mas miedo que yo. Y yo
pintando números de espalda a la plaza, pues cualquiera tenía narices de
mirar hacia atrás.
Muchos de los que leáis este comentario seguro que no conocisteis a mi padre, pues hizo 40 años en mayo que falleció (con 60 años), pero los que tengáis menos de esa edad, preguntarle a los mayores. Yo como hijo no soy el más indicado. Puedo asegurar que era UN HOMBRE BUENO. Todo el pueblo lloró su perdida.
Sea este relato del "reloj de mi pueblo" un
HOMENAJE A SU MEMORIA. DESCANSA EN PAZ PAPÁ
Muchos de los que leáis este comentario seguro que no conocisteis a mi padre, pues hizo 40 años en mayo que falleció (con 60 años), pero los que tengáis menos de esa edad, preguntarle a los mayores. Yo como hijo no soy el más indicado. Puedo asegurar que era UN HOMBRE BUENO. Todo el pueblo lloró su perdida.
Sea este relato del "reloj de mi pueblo" un
HOMENAJE A SU MEMORIA. DESCANSA EN PAZ PAPÁ
Ignacio Ocaña Marín.
Montilla 12 de noviembre de 2.014
El 14 de Abril de 2016
Ignacio Ocaña Marín ha compartido su foto y su relato en fiñaneros por el facebook y como quedamos también publico su relato en HyF loberosygalgos.
Bonito y sentido, gracias y a por mas.
Montilla 12 de noviembre de 2.014
El 14 de Abril de 2016
Ignacio Ocaña Marín ha compartido su foto y su relato en fiñaneros por el facebook y como quedamos también publico su relato en HyF loberosygalgos.
Bonito y sentido, gracias y a por mas.
La torre del reloj de Fiñana (JLobo/2014)
“Fraile del tiempo”
Quiero agregar para los lectores jóvenes de mi artículo “El reloj de mi pueblo” que mi padre, Gabriel Ocaña, tenía en la tienda un “fraile del tiempo”
Los regantes cuando iban a poner los relojes en hora para el riego, además observaban al fraile para ver el tiempo que se avecinaba.
Cuando iba a empeorar se ponía la capucha y el brazo apuntaba hacia abajo. Si tenía la capucha quitada y el brazo señalando hacia arriba, era señal de que haría buen tiempo. Los mas cucos, iban por la mañana y por la tarde, para ver la diferencia y sacar la conclusión de la tendencia, si a mas o a menos.
Este es el autentico fraile que había en la tienda. Tiene más de 70 años. Lo conserva mi hijo como oro en paño. Se lo regaló la abuela cuando cerró la tienda.
En Montilla (Córdoba)
Foto de Ignacio Ocaña Marín.
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elrelojdemipueblo+IO/abril2016
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